Overlanding en Albarracín
De Zarautz a Albarracín: escapando de la lluvia y encontrando magia medieval
Esta ultima salida overlanding por España nos fuimos con la idea de desconectar unos días en Zarautz, ese rincón del norte con playa, surf y pintxos… pero el tiempo tenía otros planes para nosotros. Tras una noche pasada por agua —y no hablamos de una llovizna cualquiera—, nos despertamos con el toldo, la tienda de techo y el cerramiento completamente empapados.

Era sábado por la mañana, y tras un rápido café caliente y una evaluación del “daño húmedo”, decidimos que lo mejor era recoger todo, aprovechar cualquier rayo de sol para secar bien el equipo, y buscar refugio en un destino con previsión más amable. Así que pusimos rumbo al sur: Albarracín, uno de esos pueblos que siempre habíamos querido visitar… y que terminó sorprendiéndonos para bien.
Llegada a Albarracín, secado express y vuelta a la normalidad.
Salimos de Zarautz, con la idea de buscar algo mas amable climatológicamente, elegimos Albarracin sobre la marcha y sin darnos cuenta ya estabamos alli.
Extendimos toldo, tienda y cerramiento todo lo posible para quitarles la humedad. Un poco de sol y buen viento y con todo ya seco y bien guardado y ya relajados empezamos a darnos cuenta de los paisajes cambiantes que teníamos alrededor.

Habíamos pasado de la bruma del Cantábrico a las montañas rojizas y escarpadas de Teruel. No llevábamos reserva, no llevábamos plan… y eso lo hizo más auténtico.
Albarracín nos recibió con un atardecer espectacular, el cielo despejado y ese color cálido de sus murallas y tejados que parece sacado de otro siglo. Dormimos cerca del pueblo Camping Albarracin y el domingo decidimos conocerlo de verdad. Para eso, nada mejor que unirnos a uno de los Free Tours que se organizan a diario.

Nuestro guía nos llevó por callejuelas estrechas, nos contó secretos de la arquitectura medieval, historias de nobles, y detalles que, por nuestra cuenta, nunca habríamos descubierto. Recomendadísimo.
Una escapada improvisada, pero perfecta
Lo que empezó como una retirada por culpa del mal tiempo, se convirtió en uno de esos fines de semana que recordaremos con una sonrisa. Albarracín nos ofreció calma, historia, y ese contraste brutal con la humedad del norte que agradecimos tanto.

Este viaje fue una buena prueba de que, en el mundo overland, improvisar es parte de la aventura.